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Mostrando entradas de 2009

Persiguiendo la naturaleza del deseo- Parte II

“Si se hubiera curado, se hubiera curado del deseo… y nadie quiere curarse del deseo” Los excéntricos, los notarios, los disciplinados, los que usan corbata, los correctos, los que razonan todo, los que añoran y desesperan, todos, en algún rincón del alma anidan algún vicio. En ese remoto lugar esta a salvo de la mirada del otro, del juicio de los demás, que señalan con un dedo acusador cuando también tiene su propia versión del deseo. Nos molesta tanto el vicio de los demás, que lo hacemos notar, no lo toleramos, condenamos con la vista o con el pensamiento por que nos recuerda remotamente en algún lugar también ese que esta allí podríamos ser nosotros. Sea la bebida, el juego, las mujeres, el vértigo, lo que sea que tiene la forma de trampolín al vació, el mareo de sensaciones, el instante en que parece que esta bajo control para después despertar al lado de consecuencias. La miramos a la cara y queremos no ver, ni el porta retrato roto, ni el dinero de la renta gastado en el tragamo

Persiguiendo la naturaleza del deseo

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El deseo como la manifestación de aquello que aunque inexistente pertenece a nuestra mente, como inquietud como posibilidad incierta pero posible. El sexo sin embargo, el acto sexual es la consumación del mismo, limitados a sus manifestaciones físicas o sea a la consumación de los sentidos, es prontamente digerido, pero permanece aquello que es imposible de consumar, la posibilidad de otros encuentros, la fijación de la búsqueda de lo que incita hacia el próximo encuentro. “La mayor parte de los encuentros sin embargo, tienen una consecuencia. El encuentro con la felicidad no tiene consecuencias esta todo ahí, de manera instantanea” John Berger De la misma manera en la realización del deseo esta todo ahí, no falta nada es el vacío que se llena efímeramente, apenas como un espejismo. Hasta descubrir que es imposible llenarnos por que no buscamos saciedad, buscamos justificar nuestro hambre, nuestro deseo, nuestro empeño en la búsqueda de una plenitud. Perder el hambre significaría no es

LAS ARPÍAS ( “Las Arrebatadoras”)

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arpía f. MIT. Ave fabulosa con rostro de mujer y cuerpo de ave de rapiña: las arpías son raptoras de niños y de almas. col. Persona codiciosa que con arte o maña saca cuanto puede: no te dejes engañar por esa arpía. col. Mujer perversa: no te fíes de ella porque es una arpía. u También se escribe harpía. Capitulo I- Justo al lado de la iglesia que se levanta sencilla en la intersección de las avenidas, con su torre de ladrillos su campanario augusto, su monótono concierto de palomas que la vigilan en sus amaneceres y al soñoliento atardecer de feligreses cansados. Allí viven las arpías. El campanario llama con un sonido aletargado el viernes de mi llegada a la ciudad incierta, todo es gris, la vereda, el cielo encapotado, los rostros indiferentes que no me ven buscar la dirección de la pensión. Después del umbral de la iglesia viene una pequeña vidriera de libros extraños se exhiben exiguos y marchitos tras un cartel escrito a mano que reza “no nos molesta su pregunta”, y luego otro ca

Instantáneas de viaje

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En medio de la epidemia de gripe, del temor, de la paranoia, cada uno sigue el ritmo vertiginoso de la gran ciudad, mirando de reojo a quien tose o estornuda pero nada la detiene, sigue adelante en cada esquina con o sin barbijo. Cada uno lleva a cuesta su propio mundo que avanza acelerado en la boca del subte en la parada de ómnibus, en la misma calle. Hay cierta urgencia en las calles contagiosa que nos impulsa a avanzar a toda velocidad aunque no vayamos a ningún parte, testigos silenciosos de los pasos que se atropellan a si mismos. Hasta que el tiempo se detiene, se vuelve elástico, se vuelve eterno y silencioso, como una siesta en mi ciudad. Así lo encontré atemporal, somnoliento ajeno al tumulto, ajeno a la peste. Atemporal como ninguno por lo que ese instante tenía sabor a eternidad.

El libro de los amores ridículos-Otto y Ana

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Cuando ana conoció a Otto, pensó que los unían todas las consonantes, se encontraron sencillamente como un reflejo que apaciguo las dudas, las incertidumbres. El amó de Ana su ternura, su pelo largo y su sencilla esencia de mujer que sueña, ella amaba de Otto su fuerza, el seguro trazo de su mano que rubricaba libros y mas libros, como dependiente de una escribano. Escribieron sus páginas, libres y enamorados, sus nombres se entrelazaban, en sus manos, en los papeles que garabateaba ana, en los sueños de Otto que los encontraba en destino compartidos. Pero en el libro de los amores ridículos, nada es como debe ser solo discurre sin sentido a veces, o tal vez con el sentido que tiene que ser y por lo tanto incomprendido para nosotros. Tal vez todos los amores son ridículos, o todos deberían serlo en el cause sinuoso de los días cuando decantan las emociones y se convierten en hábitos, en fechas, en besos de despedidas, en manos vacías. Otto se encontró así absurdo en una mañana de gesti

El infierno son los otros- J.P. Sartre

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Los otros como reflejo indispensable en nuestra vida, nos confronta tumultuosamente con cosas a veces poco conocidas de nosotros mismos. De ahí que el infierno al cual Sartre hace referencia, no hay lugar mas aterrador que el que nos desnuda, nos confronta con nuestras debilidades. El otro también se mueve por si mismo, por sus propias necesidades, se revela ajeno a nosotros y a nuestros deseos, así nos abandona a la deriva de la insatisfacción hasta el próximo encuentro, cuando descubrimos que son parte de nosotros también. Tan necesario nos resulta que preferimos ese infierno que a la soledad absoluta. Dice Susan Sarandon en su personaje de película, que la razón por la que la gente se casa, es por que necesitamos un testigo de nuestra vida, alguien a quien no le pase desapercibido nuestra existencia. Somos un rostro entre millones, una existencia entre miles, nuestra conexión intenta singularizarnos, encontrar para quien somos únicos y peculiares. Muchos de nuestras relaciones podrá

Respuesta al observador ligero

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Estimado observador ligero, hace bastante tiempo ejerzo también la crítica ligera casualmente también hacia mi persona, suelo criticarme cosas tan dispares como el gusto descontrolado por los zapatos, como el corte de pelo, y si seguramente el pernicioso habito que me lleva a escribir. Resulta poco atractivo hablar de los desaciertos en estos intentos fallidos, pero siempre en el ejercicio del mismo análisis simplista que me lleva a reincidir, me conformo que tan pueril circunstancia me acerque observadores donde puedo ver reflejada todas las facetas que tiene este vicio. Sin embargo sabiendo que siempre hay tiempo hacer algo peor, esto reconforta automáticamente mi verborragia, y por supuesto como observador ligero que es, sabe que la critica hace mella en superficies nobles únicamente, tal vez ese no sea mi caso o sospecho que ni siquiera eso es loable, tal vez sea únicamente el ejercicio irresponsable del espacio, aunque también puede ser producto de la masificacion y un simplificar