Persiguiendo la naturaleza del deseo




El deseo como la manifestación de aquello que aunque inexistente pertenece a nuestra mente, como inquietud como posibilidad incierta pero posible.
El sexo sin embargo, el acto sexual es la consumación del mismo, limitados a sus manifestaciones físicas o sea a la consumación de los sentidos, es prontamente digerido, pero permanece aquello que es imposible de consumar, la posibilidad de otros encuentros, la fijación de la búsqueda de lo que incita hacia el próximo encuentro.
“La mayor parte de los encuentros sin embargo, tienen una consecuencia. El encuentro con la felicidad no tiene consecuencias esta todo ahí, de manera instantanea” John Berger
De la misma manera en la realización del deseo esta todo ahí, no falta nada es el vacío que se llena efímeramente, apenas como un espejismo. Hasta descubrir que es imposible llenarnos por que no buscamos saciedad, buscamos justificar nuestro hambre, nuestro deseo, nuestro empeño en la búsqueda de una plenitud.
Perder el hambre significaría no estar vivo, petrificar el deseo hasta apagarlo. Sin esa vacuidad seria imposible desear, solo deseamos lo que no podremos asimilarlo y hacerlo parte de uno mismo. Yo no deseo ni anhelo mis ojos, mis manos, son mías podría por lo menos podría estar conforme, feliz con ellas pero no desearlas
El deseo en sus mil formas nos presenta un prisma inacabable que se refleja en cada ser vivo.
Que pueden deshacerse en miles de haces luminosos, todos parten de una mismo. Todos traspasan la existencia y a pesar de que se generan en nosotros no pueden quedarse allí.
Será por eso que buscamos otro espejo que entienda nuestra individualidad, nuestro hambre de vivir que exista en incompleta plenitud para olvidar perdidos en una eternidad, en el momento en que el deseo se convierte en sensación, en una certeza, en el momento de olvido de que somos buscadores hambrientos de emociones.
Hasta Pronto

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