El libro de los amores ridículos-Otto y Ana



Cuando ana conoció a Otto, pensó que los unían todas las consonantes, se encontraron sencillamente como un reflejo que apaciguo las dudas, las incertidumbres.
El amó de Ana su ternura, su pelo largo y su sencilla esencia de mujer que sueña, ella amaba de Otto su fuerza, el seguro trazo de su mano que rubricaba libros y mas libros, como dependiente de una escribano.
Escribieron sus páginas, libres y enamorados, sus nombres se entrelazaban, en sus manos, en los papeles que garabateaba ana, en los sueños de Otto que los encontraba en destino compartidos.
Pero en el libro de los amores ridículos, nada es como debe ser solo discurre sin sentido a veces, o tal vez con el sentido que tiene que ser y por lo tanto incomprendido para nosotros.
Tal vez todos los amores son ridículos, o todos deberían serlo en el cause sinuoso de los días cuando decantan las emociones y se convierten en hábitos, en fechas, en besos de despedidas, en manos vacías.
Otto se encontró así absurdo en una mañana de gestiones cuando su jefe le increpo una vez más, injustamente, el horario y la responsabilidad. Se encontró desierto, resquebrajado en la maquina que lo obligaba a morder el pan de la necesidad. El era un árbol seco al lado del camino por donde pasaba la vida, busco entre sus papeles para recordar como era aquellos días donde se enamoro de Ana, encontró fotografías grises, flores marchitas, y encontró nostalgia cuando miro sin querer ver.
Ana lo vio llegar lleno de soledad, de mares sin agua, no le pregunto nada por que temió saber lo que no quería oír, por que también sabia que Otto no era el brazo fuerte, era solo el trazo sobre el papel incierto.
Ana se había cortado el pelo tiempo atrás, tras uno de sus embarazo perdidos, tenia una ternura añejada con sabor agrio, pero siempre sonreía al verle llegar, pero detrás de aquellos ojos se hundían las uñas en la tierra, y se escapaban apenas el hilo ingrato de la vida que ella soñaba y que nunca llegaba.
Poco a poco, era evidente que eran las consonantes los que los separaba, ineludiblemente sus reflejos se oponían.
Secretamente se vieron culpables y cómplices de un destino que se había gestado, se miraron ciegamente, se sentenciaron silenciosamente culpables y se condenaron mutuamente escribir en el libro de los amores ridículos, ella sugirió un titulo: fidelidad, el propuso: responsabilidad, sin ponerse de acuerdo siguieron tirando títulos, aseveraciones, sentencias, inscripciones, rótulos.
Así empezaron a re fundar el libro ahora se llamaba 'Para Siempre', y ambos volcaban allí bocanadas de humo, que aspiraban en las calles desoladas, donde otros sueños también ardían, traían retazos de vidas que copiaban con desgano, amontonaban suspiros que el dinero a veces podía convertir en sorpresa al abrir un obsequio, y juntaron cosas que llenaban los espacios vacíos, y la casa quedo chica.
Otto y Ana se mudaron entonces, en su coche nuevo, a una casa mas grande, justamente en la casa en la que Ana nunca pudo quedarse sola, donde le diagnosticaron una rara dolencia que le causaba ataques de pánico, en las noches sentía caer de un precipicio que nunca acaba, en las mañanas el silencio interminable la desquiciaba, hasta que volvía Otto, taciturno y enfermo de tanto humo.
Otto una mañana olvido su nombre, no escucho el timbre de la vos de Ana, solo se vio ajeno a si mismo, huérfano de vida, solo recordaba el apellido por el que lo nombraron al despedirle.
Abrazo a Ana, se abrazo a si mismo, por un amor al que le sobraron las ganas pero le habia faltado coraje.-

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