Persiguiendo la naturaleza del deseo- Parte II

“Si se hubiera curado, se hubiera curado del deseo… y nadie quiere curarse del deseo”

Los excéntricos, los notarios, los disciplinados, los que usan corbata, los correctos, los que razonan todo, los que añoran y desesperan, todos, en algún rincón del alma anidan algún vicio.

En ese remoto lugar esta a salvo de la mirada del otro, del juicio de los demás, que señalan con un dedo acusador cuando también tiene su propia versión del deseo.
Nos molesta tanto el vicio de los demás, que lo hacemos notar, no lo toleramos, condenamos con la vista o con el pensamiento por que nos recuerda remotamente en algún lugar también ese que esta allí podríamos ser nosotros.

Sea la bebida, el juego, las mujeres, el vértigo, lo que sea que tiene la forma de trampolín al vació, el mareo de sensaciones, el instante en que parece que esta bajo control para después despertar al lado de consecuencias.

La miramos a la cara y queremos no ver, ni el porta retrato roto, ni el dinero de la renta gastado en el tragamonedas, ni nada que se parezca a pagar las consecuencias de lo que hemos hecho llevados por el deseo, el encanto de lo que nos exalta.

Si no hubiera consecuencias que temer, el deseo seria otro tal vez, carecería del encanto del suspenso de el golpe que viene después, es como beber sin resaca, solo lucidez en el arbitrio de voluntades.

Y los que piensan las consecuencias y eligen el deseo, sopesan todo y apuestan todo, ganan o pierden, pero siempre en el proceso de vivir de acuerdo a la intensidad del deseo.
Están curados del deseo?

Nadie se cura del deseo. Solo buscamos los peores, los pequeños, justificarnos escondernos, culpar, condenar, algunos pocos encuentran convivir con lo que somos con lo que queremos ser a pesar de todo y a pesar de todos.

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