Todo es lícito pero no todo es justo…

Del profeta Natan al Rey David

Había dos hombres en una ciudad, el uno rico, y el otro pobre. El rico tenía numerosas ovejas y vacas; pero el pobre no tenía más que una sola corderita, que él había comprado y criado, y que había crecido con él y con sus hijos juntamente, comiendo de su bocado y bebiendo de su vaso, y durmiendo en su seno; y la tenía como a una hija. Y vino uno de camino al hombre rico; y éste no quiso tomar de sus ovejas y de sus vacas, para guisar para el caminante que había venido a él, sino que tomó la oveja de aquel hombre pobre, y la preparó para aquel que había venido a él. Entonces se encendió el furor del Rey David en gran manera contra aquel hombre, y dijo a Natán: Vive Dios, que el que tal hizo es digno de muerte. Y debe pagar la cordera , porque hizo tal cosa, y no tuvo misericordia.

Entonces dijo Natán a David: Tú eres aquel hombre.

Cuantas veces juzgamos con dureza, solo para darnos cuenta que cae sobre nuestra cabeza con la misma implacable sentencia?

Tal vez sea que nuestras debilidades en otros, son intolerables para nosotros.

Tal vez no vemos que es nuestra misma mano la que nos señala. En tal caso vale la historia, tal vez la reflexión. Todos alguna vez hemos sido aquel hombre.

Hasta Pronto

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